jueves, 1 de septiembre de 2011

PROMOCIÓN DE LOS VALORES CIUDADANOS EN LA JUVENTUD


Diana Luz Vázquez Ruiz


La felicidad humana ha sido, desde tiempos memorables uno de los anhelos primordiales de los seres humanos en su estancia por la tierra; para ello ha creado a lo largo de la historia, mecanismos que contribuyen a garantizar la cohabitación de las personas en tiempos y espacios bajo conductas determinadas.
Aldous Huxley, en su obra Un mundo feliz, avizoraba el futuro del Estado mundial y planteaba entre otras cosas, una profunda reflexión sobre la importancia de los valores humanos dentro de una sociedad a través de una historia que describe precisamente la pérdida de valores en un experimento social caracterizado por la insensibilidad humana ante el dolor y el degenere social que narra en cada situación reflejada en los personajes. El final: un hombre horrorizado ante sus actos que opta por el suicidio .
La Utopía relatada por Tomás Moro es un intento también, por mostrar la posibilidad de existencia de una sociedad perfecta en la que los hombres y mujeres son productores de su propio alimento, en donde no existe la propiedad privada pero sobre todo, cabe una tolerancia y respeto por la religión que cada habitante de la isla desea profesar. Una sociedad organizada bajo un estricto orden en el que todos respetan y son respetados al tenor de una armonía social .
Pensamientos filosóficos que nos obligan a reflexionar no sólo el sentido de la existencia humana sino al mismo tiempo, replantear nuestras acciones individuales y colectivas que hasta hoy, nos han impedido convivir de forma pacífica, responsable y equitativa en la sociedad.
Todos los días, las noticias que se nos presentan ante los medios de comunicación parecen estar marcadas por desastres sociales. Homicidios, violencia, corrupción, nula ética política, insensibilidad humana, intolerancia, abuso de poder, forman parte del escenario social mexicano al que parece nos hemos acostumbrado.
Y es que todo indica que nuestra propia supervivencia humana tampoco es del interés social. Ante los embates del cambio climático, la escasez del agua, la contaminación de nuestros ríos y mares, el agotamiento de la capa de ozono, la pérdida de especies de vegetales y animales, son tan sólo tema de quienes intentan mantener la gobernabilidad y de contados grupos organizados.
Estamos más preocupados por las nuevas tecnologías que nos llevan a un individualismo que lacera el interés colectivo que se traduce en acciones sociales; nos mueve más salir a festejar el gol de un partido de fútbol que participar en la elección de quienes nos habrán de representar y tomar decisiones importantes en beneficio de nuestra comunidad.
El campo mexicano ni la desnutrición infantil son el tema de las reuniones de café, nos preocupa más encontrar la forma de incrementar nuestro poder adquisitivo.
Juan Villoro lo ha dicho: los mexicanos no sabemos trabajar en equipo. No podemos dejar de pensar en nuestro propio interés y beneficio para pensar en el “bien común” y eso ha impedido el desarrollo y crecimiento del país dentro del escenario de la globalización.
Los valores ciudadanos son utilizados como elementos retóricos en los discursos políticos para promover una candidatura “individual”. Los dirigentes y representantes sociales han perdido credibilidad al dejar atrás el interés colectivo por el beneficio propio. Las causas sociales son abanderadas por unos cuantos que no han encontrado respuesta en los ciudadanos.
La intolerancia religiosa en nuestras comunidades es motivo de linchamientos y de vejaciones humanas. La participación femenina en los ámbitos de toma de decisiones no es aún en éstos tiempos una realidad; la violencia que ha enmarcado al país por la guerra contra el narcotráfico parece preocupación sólo de algunos promotores contra la violencia que se han atrevido a buscar la Conciliación, Javier Sicilia ha dado ejemplo de que en México podemos organizarnos y entablar un diálogo ciudadano-gobierno para expresar nuestro sentir.
Es precisamente aquí cuando resulta necesario preguntamos ¿qué es ser ciudadano o ciudadano? ¿Qué son los valores? Y ¿qué papel debemos asumir los jóvenes dentro de nuestra sociedad?
Para intentar responder atinadamente a lo que se refiere ser un ciudadano, el diccionario de la Real Academia de la Lengua señala que se trata del habitante de una ciudad sujeto de derechos políticos , a lo que añadiría que se trata también de un sujeto de responsabilidades con ese mismo Estado. Por otra parte, el valor es definido como una cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables .
En este sentido, entendemos que se ser ciudadano o ciudadano de un Estado- Nación no implica únicamente un sentido de ocupar meramente un espacio territorial, se trata si bien de disfrutar los derechos que de ello emanan pero al mismo tiempo de asumir compromisos y responsabilidades con los seres que como nosotros, habitan en el mismo espacio geográfico.
Sin embargo, no puede haber valores ciudadanos si primero no concebimos el término valor como una aptitud particular. Es decir, para hablar de un valor ciudadano tenemos que referirnos a los valores humanos que nos permitirán los segundos.
La educación emanada en casa y de las instituciones educativas encargadas de moldear el conocimiento intelectual, forma parte de los valores que a lo largo de nuestras vidas vamos adquiriendo y legando a las generaciones que nos suceden. De ahí la importancia de su cultivo y fomentar su continuidad.
Las buenas costumbres y la moral son dos ejes que forman parte del esqueleto rector que nos rige como ente colectivo. Las prácticas y la aceptación de tales formas de convivencia así como sus sanciones ante su incumplimiento garantizan el orden social, lo que no implica que el orden social garantice la estancia de los valores humanos, mismos que tienen que construirse desde la propia razonabilidad humana en un pensamiento a favor del constructo colectivo que tampoco sucede de forma total en la población.
Aunado a ello, encontramos íntimamente relacionados al concepto de valores ciudadanos otras conceptualizaciones que conllevan el mismo sentido: la participación ciudadana, transparencia, justicia, tolerancia, honestidad, respeto.
Al conjugar dichos conceptos con el papel que desempeñamos los jóvenes cabe destacar que en nuestro país, de acuerdo al último Censo de Población que emitió en el año 2010 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, existen más de 34 millones de jóvenes entre 15 y 29 años de edad; lo que representa la tercera parte de la población total del país; lo que nos hace pensar irremediablemente en todas las responsabilidades, posibilidades y acciones que podríamos realizar los jóvenes para construir una mejor sociedad .
Contrario a lo que desearíamos que sucediera, lo cierto es que existe una falta de interés de los jóvenes por participar en asuntos públicos: 36% de la juventud mexicana entre 12 y 29 años, nunca se interesa en ver, escuchar programas o noticias sobre política, 44% dice no estar interesado nada en política y la principal razón es porque simplemente no le interesa o porque consideran que los políticos no son honestos. Desde otra perspectiva, muchos jóvenes consideran necesaria su participación pero la orientan únicamente a asistir a votar, 44 de cada 100. Cifras arrojadas en la última encuesta nacional de juventud el año pasado
Asimismo, la participación de la sociedad civil mexicana en cualquier tipo de asociación –sea la beneficencia, religiosa, comunitaria o educativa-es tristemente menor que en los demás países de la región, como por ejemplo Colombia. En México, en 2009, con una población de más de 110 millones de habitantes, el Centro Mexicano para la Filantropía contabilizó 10 mil 704 organizaciones no lucrativas registradas, de las cuales mas o menos la mitad podía recibir donaciones deducibles de impuestos. Las cifras correspondientes a Colombia alcanzaban más del doble, a pesar de que tiene menos de la mitad de la población que México .
Para hacer otro comparativo, Estados Unidos reúne aproximadamente 2 millones de Organizaciones Civiles o una por cada 150 habitantes; en Chile hay 35 mil, una por cada 428 chilenos; en México, sólo 8500, una por cada 13 mil habitantes. De acuerdo con Federico Reyes Heroles, 85% de los Estadounidenses participan en 5 o más asociaciones, mientras que en México 85% de los ciudadanos no pertenecen a ninguna. Según Reyes Heroles, la afiliación más común entre los mexicanos es a organizaciones religiosas .
Otro dato revelador sobre la falta de participación ciudadana es la encuesta 2005 sobre la cultura política en México, un invariable 82% de los encuestados confesó no haber trabajado nunca formal o informalmente en conjunto con otros para beneficio de su comunidad . “La sociedad difícilmente se organiza, Sin embargo, existe una probabilidad razonable de que ambas actitudes, la felicidad y el individualismo estén relacionadas en un sentido u otro” señala Jorge Castañeda en su reciente obra Mañana o Pasado, en la que realiza un análisis sobre la resistencia que tenemos los mexicanos a las acciones colectivas y a la participación comprometida en las luchas sociales y políticas que nos permiten entender el México contemporáneo.
Un mosaico de datos que nos muestran la falta de interés de los mexicanos en asuntos públicos pero al mismo tiempo, de un hartazgo social y falta de confianza y credibilidad en las instituciones, que dicho sea de paso, son dirigidas por otros seres humanos. Un círculo vicioso que parece no concluir hasta que decidamos participar. Esa es la clave de la consolidación de un nuevo modelo social en el que todos nos sintamos copartícipes y corresponsables.
No podemos quejarnos de nuestros gobernantes si no participamos en las elecciones (en la elección más reciente en el Estado de México reveló más del 50 por ciento del abstencionismo ); y votar, representa un valor y una obligación ciudadana.
Los jóvenes tenemos en nuestras manos la posibilidad de revertir la apatía ciudadana con nuestra participación. Desde las comunidades indígenas, de norte a sur en el Estado Oaxaqueño y de Este a Oeste del territorio nacional, podemos ser voz pero también podemos ser acción que transforme la realidad social.
El respeto a quienes opinan diferente, a escuchar todas las voces, a participar en el debate de ideas, a tolerar las distintas manifestaciones humanas, criticar pero no para destruir sino para proponer, a exigir cuentas claras y transparencia a nuestros gobernantes, a ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos, a actuar siempre con justicia, a no prestarnos a actos de corrupción ni callar cuando seamos testigos de ellos, a ser honestos desde los actos más simples de nuestras vidas, a participar desde lo más simple en actividades colectivas, desde una causa social en beneficio de otros, hasta organizarnos con los vecinos para limpiar el Río que se encuentra cerca, el jardín o simplemente para pintar nuestra escuela; la utilización de las redes sociales no sólo para observar o enterarnos de los “otros”, sino también para promover la reflexión y la conciencia ciudadana en los temas de interés social; a tomar decisiones basadas en la información y en un criterio propio pero pensando en “todos”, nos hará mejores personas y mejores ciudadanos, pero sobretodo, estaremos legando a quienes nos escuchan, leen y observan desde pequeños, un Estado con verdaderos ciudadanos y ciudadanas, capaces de organizarse y de hacer un equipo por Oaxaca y por México.
Lograr la participación, el respeto a los derechos de los demás, de formar mexicanos y mexicanas que asuman su patriotismo en cada uno de los actos de su vida por mínimos que sean y no únicamente cada 16 de septiembre, de integrar personas que privilegien el diálogo antes que la violencia y aprecien la razonabilidad como virtud ética y de cooperación, así como la consolidación de la práctica de los valores ciudadanos, es un gran reto, pero más grandes tienen que ser nuestros deseos por construir una mejor sociedad, más digna y más humana. La meta es sencilla: educar y educarnos para transformar.











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